martes, 29 de marzo de 2016

Si tú me dices ven... (2ª parte)


Si tú me dices ven, lo dejo todo. Y si no… al menos…


Dime algo bonito,

y paro el mundo para que siempre sea de día.



Dime que, de cuando en cuando,

el sonido de mi risa hace eco en tu cabeza

y bambolea para acabar colgado del cabecero de tu cama.



Dime que te queman los recuerdos. Que te ahogas, que zozobras,

que no quieres salvavidas ni oasis que no sean mis manos.



Dime que tu mundo sigue siendo el mío,

y que giramos en nuestro eje imaginario,

tal y como dictan las leyes de la locura.



Dime boba, paranoica, exagerada...



O dime que eres tú, o soy yo, que soy ropa vieja.

Que tan sólo fui una historia más. Que soy “historia”.

Que me creo confeti en una fiesta sin invitados.



Dime algo… y paro el mundo…



Y me bajo.


Si tú me dices ven...


lunes, 28 de marzo de 2016

Viajero del tiempo


Muerte por inanición



Otro día, y de nuevo me veo frente a un paraje moteado 
de flores deslucidas,  intentando, valientes, sobrevivir al otoño. Las palabras me salen a trancas y a barrancas, flojas y desencantadas. Estoy muy desmejorada desde la última vez que nos batimos en duelo por ser héroe y vencedor en un campo de batalla que fue nuestra cama. Ya no me cepillo el pelo. Ya no canto en la ducha. Ya no chispean mis ojos que un día fueron luz, y que rieron al unísono contigo y con tu risa, una magistral mentira. Y yo, malhumorada, recuerdo cuando luchábamos, enseñando los dientes, por no compartir la almohada. Cuando, al olor de los últimos estertores de nuestra historia, yo me hice con la indiferencia y la usé de escudo, semejante a ti, para no parecer una loca enamorada.


En mis mejores días, me rozo, me huelo, me toco por sentir algo, y cambian de color las marcas que has dejado en mis costados, crucifixión anunciada, haciendo malabares entre mis ganas y la maldita sensación de soledad que finalmente me ha dado caza. Transitando, equilibrista, por las horas lentas y deslucidas por la ausencia. Eres tú y la ausencia, perfectamente combinados, que me hacéis pequeña y frágil.


Paraje triste…



que es mi alcoba, el bar de enfrente, la cocina sin limpiar,


una calle abarrotada, una rotonda sin estatua,


el montón de ropa desordenada,


una playa, un molino hecho gigante,


un museo de cuadros de sonrisas inalcanzables… 



Y así, podría eternizarme y nombrar cada rincón del planeta, pues cualquier lugar puede ser un buen lugar para dejarme morir de hambre…




domingo, 20 de marzo de 2016

La habitación


Aquí os dejo la breve y triste historia de Lucas. Pues qué bien habló aquel que dijo que cada uno recoge lo que siembra...


Una tenue y cansada luz entra por la ventana. Pequeña, adornada por un marco marrón, triste y desconchado. Y muy sucia. Hace tiempo que el viejo Lucas ha perdido las ganas de limpiar. Y de casi todo. En su habitación, abatido, respira sólo porque no depende de  su voluntad, pero apenas le pone empeño. Bebe porque el alcohol le alumbra el alma. Llora a ratos, entre trazos de añoranza de una vida que no ha sabido vivir, y nota cómo, fría y húmeda, lenta y desacompasada, se le escurre entre los dedos.

Se entretuvo en el sabor agridulce de las mentiras y el color del dinero. Poderío y caricias de cinco estrellas.

Y ahora, en su habitación, evoca arrepentido a la que fue la mujer de su vida. A la que solía comerse a besos. Pero al rato, caprichoso, necesitaba escupirla y beber de otros labios. Poco a poco, se desdibujó al son de un espejismo. La resaca se le atragantó en la garganta, y a media voz llama a su amor Soledad.


Y en su habitación, una vez más, iluso y desvelado, enciende una vela y hace guardia a la espera de un final mejor.


viernes, 11 de marzo de 2016

No perdono


Sin adornos ni rimas, hablo del 11-M, y lo primero que se me ocurre decir es que no perdono.

No perdono a la devastación. No perdono a la masacre. No perdono a la angustia alojada entre pecho y espalda de quien vivió en primera fila el desastre. No perdono al pánico que zarandeo a aquellos que, por un instante, miraron a la muerte de frente… Ese instante que debió eternizarse…

No perdono a la sensación de vacío irremediable por la pérdida de un ser querido. No perdono la bomba que truncó el ajetreado vaivén de quien no pudo saber lo que ocurriría. No perdono al estruendo que ensordeció a quien pasó por Atocha. No perdono a la crueldad. No perdono a la locura que se sirve de explosivos para hacerse notar.

No perdono al que asesina en nombre de ningún Dios. No perdono a las almas empobrecidas, ni a las mentes desquiciadas. No perdono a los que provocaron tanta congoja injustificada. No perdono a quien se alimenta del miedo, ni tampoco perdono al miedo. No perdono al sadismo, ruin y desgraciado. No perdono a los malvados. No perdono al terrorismo.

No perdono. No tolero. No comprendo.

Y si, entre tanta desdicha, he de aplaudir, aplaudo a la sensatez de quien se impone ante la barbarie. Aplaudo a familiares y amigos que, casi a diario, se secan la lágrima de la mejilla y sacan una sonrisa del hueco que les dejó un atentado. Aplaudo a quien, con cierto temor, saca un billete, vuelve al andén y realiza su trayecto. Aplaudo a quien miró por la ventanilla, quien tuvo la oportunidad de hacerlo, y se imaginó como el mundo seguiría su curso fuera de aquel tren. Aplaudo al que se aferró a la vida a pesar de verla escapársele entre los dedos. Aplaudo al que, herido, intentó levantarse del suelo y no pudo. Aplaudo también al que no entendió del todo bien lo que ocurría. Y al que no tuvo un segundo para pensarlo.

Han pasado 12 años desde que la maquinaria chilló. La sangre corrió. La gente se agolpó. Algunos corazones dejaron de latir. Otros sólo se encogieron. El cielo se vistió de luto y una parte de todos nosotros se fue con ellos. 

Por las víctimas y su memoria, por favor, no olvidemos.

Ni hoy ni nunca.


DEP.

jueves, 10 de marzo de 2016

Soledad



Poned atención: un corazón solitario no es un corazón.            

Antonio Machado.   

        


Soledad.

Me dejas fría, maldita.

Punzante, me muerdes.

A quemarropa,

te adhieres a mis sentidos por no sentirte sola.

Y como la mirada de Medusa,

en piedra me conviertes.



Me arrancas las ganas de todo.

Duelo entre pesadilla y realidad.

Y yo, garabato de lo que un día fui,



pues si no recuerdo mal, un día fui,



hoy no soy capaz de hacer oídos sordos al silencio.

A tu llamada, soledad,

banda sonora de mis días.


Sórdida estrategia de un destino

Que no me mira de frente, pero tampoco titubea.

Y entre sombras, me susurra cuentos al oído.

Me alumbras y me desvelas.



Disparate que se recrea en la historia de una historia

Que hace tiempo que carece de altibajos,

De sustos, de montaña rusa.

De risas nerviosas, de cosquilleos.

De la impaciencia.

De la ausencia y del anhelo

de las tardes de paseo,

de miradas sin censuras.



He cerrado los ojos, y te he sentido aquí,

tan cercana,

Que he creído rozarte.

En carne viva. En rojo sangre.

Incandescente.



En silencio, moribunda,

Carcomida por la añoranza

Del cariño de un guiño de ojo desprevenido,

De un murmuro acompasado,

De un suspiro vestido de sonrisa.



Melancólica, previsible, inevitable,

poco a poco

desvanezco entre tus brazos, soledad…